Visionarios son aquellos que pueden ver más allá de su propio tiempo, remontándose a alturas infinitas y vivir para luego comentar los hechos que acontecerán.
Pero el propósito de la profecía es revelar, informar y advertir pero además de esto, su real significancia se encuentra en preparar, motivar y redimir para finalmente alcanzar no solo la profecía cumplida, sino la superación, y aún la sublimación de la misma.
Bien podemos decir sin temor a equivocarnos, que todo el que vive morirá. ¿Pero que significa la muerte? ¿Es tan sólo las circunstancias que giran en torno a las razones y motivos? Es algo más, mucho más.
Así, podemos entender un tanto las profecías, no está dado con el objetivo de hacer alarde del poder o sumir al hombre en un determinismo. Sino por el contrario, la profecía es una advertencia, es una señal, es un aviso, es un acto de caridad espiritual. Porque la profecía le dice al hombre y a la humanidad entera, de cambios y transformaciones. Les habla de sucesos sorprendentes, e inesperados, entonces les advierte del peligro inminente. Y a su vez también los consuela, para alcanzar el propósito de vivir una vida mejor, en paz y en abundancia del Amor.
Por estos tiempos, la humanidad se encuentra rodeada de innumerables informaciones proféticas, pero la profecía parte de un misterio común, que en verdad no tiene ningún secreto. El hombre vivirá lo que por dentro de sí ha cultivado. Los profetas nos declaran siempre tragedias y lamentos, y son estos mensajes espirituales los que claman un mundo mejor, y advierten siniestros acontecimientos.
Pero claramente vemos en las profecías, que no se habla ni de la hora ni del tiempo, pero si de un momento psicológico y espiritual, porque el hombre en sí mismo es el detonante. Porque Dios en la profecía no quiere al hombre castigar o infringir sufrimientos, sino que quiere compartir su Amor de tan excelsa manera, que le llama a ordenar sus caminos, y por eso le advierte, y por eso le reclama, y el profeta predice lo que se halla en el corazón del hombre, y predice lo que éste se enfrentará.
Tiempos proféticos vive la humanidad, y en todos los momentos culminantes de la civilización se nos habla de la gran destrucción. Más en verdad, esto no es ciertamente, pero si tan solo lo mirásemos un poco más profundamente, con el sentido de compromiso y lealtad, simplemente más humano, comentaríamos a alcanzar una visión más espiritual. Guerras, terremotos, fuego en el cielo, no siempre deben de representar la oscuridad del caos, sino también deben de significar y deben llamar al compromiso efectivo de la fe, y por consiguiente a la obra y actitud espiritual correspondiente, ante las emergencias, ante la desesperación, ante la necesidad y el dolor, "Amor incondicional".
Una visión del mundo en llamas, es también un llamado a prepararnos a dar lo mejor de sí mismos. En situaciones extraordinariamente caóticas han sabido surgir las fuerzas heroicas, de la fraternidad, del compromiso, de la entrega, y de la abnegación.
La profecía por espantosa que fuese, llama también a fortalecerse, porque si Dios permite la profecía, no es para el exterminio, sino para la esperanza, para la renovación, y para la comunión en el Amor verdadero.
Pero el propósito de la profecía es revelar, informar y advertir pero además de esto, su real significancia se encuentra en preparar, motivar y redimir para finalmente alcanzar no solo la profecía cumplida, sino la superación, y aún la sublimación de la misma.
Bien podemos decir sin temor a equivocarnos, que todo el que vive morirá. ¿Pero que significa la muerte? ¿Es tan sólo las circunstancias que giran en torno a las razones y motivos? Es algo más, mucho más.
Así, podemos entender un tanto las profecías, no está dado con el objetivo de hacer alarde del poder o sumir al hombre en un determinismo. Sino por el contrario, la profecía es una advertencia, es una señal, es un aviso, es un acto de caridad espiritual. Porque la profecía le dice al hombre y a la humanidad entera, de cambios y transformaciones. Les habla de sucesos sorprendentes, e inesperados, entonces les advierte del peligro inminente. Y a su vez también los consuela, para alcanzar el propósito de vivir una vida mejor, en paz y en abundancia del Amor.
Por estos tiempos, la humanidad se encuentra rodeada de innumerables informaciones proféticas, pero la profecía parte de un misterio común, que en verdad no tiene ningún secreto. El hombre vivirá lo que por dentro de sí ha cultivado. Los profetas nos declaran siempre tragedias y lamentos, y son estos mensajes espirituales los que claman un mundo mejor, y advierten siniestros acontecimientos.
Pero claramente vemos en las profecías, que no se habla ni de la hora ni del tiempo, pero si de un momento psicológico y espiritual, porque el hombre en sí mismo es el detonante. Porque Dios en la profecía no quiere al hombre castigar o infringir sufrimientos, sino que quiere compartir su Amor de tan excelsa manera, que le llama a ordenar sus caminos, y por eso le advierte, y por eso le reclama, y el profeta predice lo que se halla en el corazón del hombre, y predice lo que éste se enfrentará.
Tiempos proféticos vive la humanidad, y en todos los momentos culminantes de la civilización se nos habla de la gran destrucción. Más en verdad, esto no es ciertamente, pero si tan solo lo mirásemos un poco más profundamente, con el sentido de compromiso y lealtad, simplemente más humano, comentaríamos a alcanzar una visión más espiritual. Guerras, terremotos, fuego en el cielo, no siempre deben de representar la oscuridad del caos, sino también deben de significar y deben llamar al compromiso efectivo de la fe, y por consiguiente a la obra y actitud espiritual correspondiente, ante las emergencias, ante la desesperación, ante la necesidad y el dolor, "Amor incondicional".
Una visión del mundo en llamas, es también un llamado a prepararnos a dar lo mejor de sí mismos. En situaciones extraordinariamente caóticas han sabido surgir las fuerzas heroicas, de la fraternidad, del compromiso, de la entrega, y de la abnegación.
La profecía por espantosa que fuese, llama también a fortalecerse, porque si Dios permite la profecía, no es para el exterminio, sino para la esperanza, para la renovación, y para la comunión en el Amor verdadero.
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